Misma TV, nuevos públicos: Raúl Trejo Delarbre (Milenio/México)


Por Raúl Trejo Delarbre, publicado en Milenio

Si los propietarios de los nuevos canales mantienen los contenidos que han producido hasta ahora, dentro de un año veremos en cadena nacional telenovelas más audaces, series viejísimas, conductores de radio maquillados ahora para la pantalla, chismes de espectáculos, algunos partidos de futbol. Es decir, escasas novedades.

Viejas series, nuevas telenovelas

Cadena Tres, como se llama la empresa de televisión del Grupo Ángeles, tiene experiencia reciente en producción audiovisual con el Canal 28 que transmite en el Valle de México y cuya señal se replica en sistemas de cable. Sus escasos televidentes saben que allí no hay sorpresas. La mayor parte de la programación está compuesta por series que ya eran viejas cuando los ahora directivos de esa emisora eran niños. Mi bella genio, Hechizada, Los locos Adams, El Súper Agente 86, garantizan al televidente la sensación de que se encuentra en un túnel del tiempo audiovisual.

El único contraste con esa programación han sido las telenovelas producidas por empresas independientes como Argos. Encajar temas de la coyuntura política en programas de ficción fue un recurso exitoso durante algunos años, pero quizá ese estilo ha dejado de asombrar frente a una realidad más desgarradora que cualquier dramatización. En Canal 28 además se transmiten telenovelas de la cadena estadounidense Telemundo que son peores que las de Televisa.

Ese consorcio maneja también Excélsior TV, el canal de cable cuyos noticieros son conducidos por directivos y colaboradores de dicho periódico. No será sorpresa ver a Pascal Beltrán del Río, a Yuriria Sierra y a Francisco Zea conduciendo los noticieros de la nueva cadena nacional. Sin embargo, hasta ahora, los programas de información y discusión en Cadena 3 y Excélsior TV han sido tan acartonados, o tan superficiales, que no han significado una competencia importante en ese segmento de la televisión de paga.

Segmentación de audiencias

Es más difícil prever qué televisión haría Grupo Radio Centro, el otro beneficiario de la subasta de dos cadenas nacionales. Esa corporación domina la radio en la ciudad de México y su experiencia en producción televisiva data de hace más de cuatro décadas, cuando estaba a cargo del Canal 13. Radio Centro se endeudó tanto que no pudo pagar los créditos que había recibido para desarrollar Canal 13 y el gobierno del presidente Luis Echeverría se quedó con la televisora. En 1993 Radio Centro quiso recuperar Canal 13, que estaba entre los medios que vendió el gobierno de Carlos Salinas, pero luego se retiró de esa licitación. Recientemente algunos comentaristas expresaron dudas sobre la capacidad de esa empresa, de la familia Aguirre Gómez, para pagar los 3,058 millones de pesos que ofreció por la cadena de televisión.

Radio hablada y música conforman la programación de Radio Centro. Si los contenidos de sus emisoras fueran trasladados a la nueva cadena de televisión, podríamos ver noticieros conducidos por Jacobo Zabludovsky y Sergio Sarmiento, así como admoniciones de Mariano Osorio. Pero Zabludovsky está por cumplir 87 años, Sarmiento ya trabaja en TV Azteca y a Osorio no le fue bien cuando incursionó como conductor de televisión en el Canal 4 de Televisa.

El modelo de Radio Centro ha sido dedicar estaciones a públicos específicos. Los radioescuchas de música grupera en La Z no tienen nada que ver con aquellos que prefieren el rock suave de Radio Universal, o las románticas antigüitas de El Fonógrafo. En la cadena nacional a su cargo, Grupo Radio Centro podrá difundir hasta cuatro señales de televisión en el mismo canal, gracias a la multiprogramación que ahora aprovecharán todas las televisoras. Allí podrá organizar una o más señales con programación generalista (es decir, para todo tipo de audiencias) o segmentada, en busca de públicos específicos.

Producción independiente

En todo caso, ni Cadena 3 ni Radio Centro cuentan con infraestructura suficiente para nutrir de contenidos originales a sus canales de televisión. Tendrían que reciclar viejos programas y estilos. En ese caso solamente competirían por fracciones modestas del teleauditorio.

La otra opción es invertir en contenidos novedosos, en busca de televidentes que ahora prefieren otras fuentes de oferta audiovisual (televisión de paga y descargas en streaming, fundamentalmente) y sobre todo de los cada vez más numerosos sectores que no miran televisión, especialmente los jóvenes.

Apoyarse en productores independientes, acudir a mercados de contenidos audiovisuales poco frecuentados por los conservadores programadores que predominan en la televisión mexicana, apostar por la imaginación y la sorpresa, hacer de la pluralidad fuente de criterios editoriales e informativos y no solamente coartada publicitaria, crear una televisión que respete a las personas y que no haga escarnio de ellas ni las engañe… Esas serían pautas para una televisión distinta. Es demasiado ilusorio suponer que esa televisión surgirá de inmediato.

¿Más de lo mismo?

Ceder a la tentación de hacer más, mucho más de lo mismo, conduciría a que las nuevas cadenas fueran remedos, peores por tardíos, de lo que ya ofrecen Televisión Azteca y Televisa. Resulta difícil esperar que las nuevas televisoras sean sustancialmente distintas. Pero si quieren abrir mercados y no sólo participar de las audiencias actuales, tendrían que hacer esfuerzos de innovación.

Lo que cambiará, tan solo con la presencia de nuevas opciones, es la hegemonía de Televisa. Hasta ahora Televisa y TV Azteca han acaparado el 94% de las estaciones transmisoras de carácter comercial. Además han sido las únicas televisoras con capacidad para tener cadenas nacionales. La entrada de dos participantes a un mercado acaparado por otros dos modifica ese predominio y tendrá consecuencias no solamente comerciales sino, sobre todo, políticas.

Estamos en el principio del fin de la vieja televisión dominada por Televisa. Tendremos más televisión. Pero ello no implica que habrá mejor televisión. La definición de ese panorama depende también de los públicos, que comienzan a ser exigentes protagonistas y no sólo condescendientes receptores de la programación de las televisoras.

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