El extraño caso de Diana Pando


Joaquín López Dóriga

Alguna vez Luis Téllez había comentado que estaba siendo presionado por una mujer que decía tener la grabación de una conversación que lo comprometía. Pero no le di importancia. Desde un espacio estrictamente profesional, no le di peso periodístico a lo que parecía ser un asunto estrictamente del ámbito de su intimidad.

La semana pasada, cuando Carmen Aristegui, en su nuevo espacio informativo de MVS, dio a conocer la grabación que se atribuyó a Diana Pando y un recado captado en forma accidental a miles de kilómetros en un sorprendente buzón de voz celular con capacidad de 16 minutos, recordé el caso.

Entonces recordé, también, la estrechísima y añeja relación de amistad y estrechísima cercanía con un doble compadrazgo entre Téllez y el presidente de MVS, Joaquín Vargas, quien desde la presentación de la periodista en sus filas, reclamó la inacción del gobierno, léase SCT-Felipe Calderón, para refrendarle sus concesiones hoy invaluables con la nueva generación, aunque hay quienes las han cotizado en tres mil millones de dólares a precio de mercado. Pero no le encontré otra conexión.

El punto central de la grabación accidental era la acusación de que Carlos Salinas se había robado la mitad de la cuenta (partida) secreta de la Presidencia, lo que parecía ser una expresión, diría, coloquial, en una tarde de copas con amigos en una playa de Cancún. El mismo titular de la SCT salió a confirmar la autenticidad de la grabación, “soy yo”, dijo, y a declarar que su dicho sobre Salinas y la partida secreta fue indebido ya que carecía de sustento alguno.

“Nunca tuve ni he tenido evidencia alguna sobre acciones ilícitas del ex presidente”, dijo, dándole, así a la grabación una dimensión política que, hasta antes de su irrupción, no tenía e inevitablemente tendrá, como ya tiene, un costo en el gabinete presidencial del cual aún forma parte. La otra parte correrá por cuenta del propio Salinas. En su momento, claro.

(Milenio)

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