El secuestro de Beijing


Gabriela Warkentin

 

Gabriela Warkentin
Por Gabriela Warkentin, directora de la carrera de Comunicación de la UIA. (El Centro).

 

 

Juro que quiero mantener el buen humor. Aplicar todo mi cinismo para denunciar la fastuosidad de la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Beijing y a la vez reconocerme maravillada por el despliegue, no por arrogante menos fascinante, de creatividad, tecnología y horizonte que nos recetaron los chinos el 8 del 8 del 8 a las 8 de la noche –un amigo decía, con tino pertinente, que lo que vimos fue la presentación en sociedad de una China que llegó para quedarse.

Así es, y China da para mucho. Incluso en la comunicación; un reto para nuestras libertades occidentales. Porque si de algo se han quejado, los que están en aquellas tierras con motivo de las justas olímpicas, es de la censura o la poca libertad-concediendo el eufemismo-de que se goza en términosinformativos. Sólo Internetdaría para un análisis en símismo. Dicen los que lo viven que tratar de navegar por la Red, sin restricciones, es más que una utopía. Los sitios con referencias  a la matanza de Tiananmen, por ejemplo, no son accesibles desde las conexiones locales.

En fin, que temas hay para desgranar nuestros vicios y virtudes comunicativas –¿qué les parecería un análisis del video de Paris Hilton, en el que responde a otro de John Mc-Cain? Si no lo han visto, concédanme la digresión: McCain acusa, en un spot que ha circulado profusamente, a Obama de estrella popera, entregado a las masas extranjeras pero incapaz  de concentrarse en los problemas internos. Y lo compara con Spears, Hilton y otras divas contemporáneas. Le bastaron dos días a Paris para responder con una producción en video, mofa inteligente de las pretensiones discursivas de la política formal: se reconoce como candidata a la Presidencia, en la evidencia del glamour del que se le acusa. Este video, sólo en uno de los muchos sitios en Internet por el que ha circulado, ha sido visto por más de 5 millones de personas. Agreguen televisión, radio y el boca a boca… y resulta que Paris Hilton está ganando la  atención en la elección estadounidense.Sea como fuere. Retomo mi entrada en que decía que de veras

me gustaría mantener mi buen humor; reírme de éstas y otras historias. Reconocer, con lo mal que me cae, que Paris Hilton le da otro color a la participación de las celebridades en la comunicación política electoral. Pero nos gana México. Y nos debe ganar México, porque lo que aquí está sucediendo redefine las categorías de convivencia social y comunicación que habíamos asumido como propias.

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La semana que termina reporta, nuevamente, un México sangriento. Asesinatos, secuestros… sangre. Desde el fin de semana pasado, pero con mayor fuerza a partir del lunes que acaba de ser, las historias se pintaron de rojo y de indignación. A un adolescente secuestrado, lo encuentran asesinado.Una familia es ejecutada en el interior de su casa. El hijo de un connotado líder panista del norte del país, aparece asesinado (¿hay sinónimos?). Hechos que se suman a la barbarie en que se ha convertido nuestra historia cotidiana. En este marco, hablar de Paris Hilton, los Juegos Olímpicos, incluso de la censura en China, parece de una frivolidad insultante.

 

OpenDemocracy, organización civil de corte liberal, publicó a finales del 2007 un texto en que se  numeran los 10 problemas no resueltos en 2007. El autor, David Hayes, señalaba que el peso y la dificultad de muchos de los problemas que enfrenta hoy la Humanidad, pueden tener consecuencias funestas para el desarrollo de la misma. Son tantos los factores y las fuerzas que conspiran contra

las soluciones prácticas, “que uno se pregunta si el progreso es posible”. En ese tipo de relato estamos entrampados en México; reconozcámoslo. Por encima de los debates, complejos y especializados, en torno a las reformas energética, electoral, etc., que terminan atañendo, en realidad, sólo a un sector de la población, la inseguridad golpea, brutalmente, a todos. Este lunes pasado prácticamente todos los medios tienen al miedo en primera plana; sin duda, algo se pudrió más allá de Dinamarca. Y lo que es una tragedia, se convierte en minutos en una involuntaria comedia de desaciertos. Un diputado, del que se presume que tiene la experiencia suficiente para poder ser el que sigue, cede ante las cámaras de televisión y balbucea que la pena de muerte es la solución –a título personal, claro. Una gobernadora articula la misma barbaridad. El presidente, en un mensaje casi a la Nación, porque no fue de transmisión obligada, trastabilla mientras nos informa de su propuesta de imponer mayores penas a quienes secuestren y asesinen (¿alguien le dijo al Presidente que en un momento como ése uno no puede leer tan accidentadamente?). Es decir, que por lado de quienes toman decisiones no recibimos certeza alguna.

Y los medios, no tocan mal la ranchera. Buena, por útil, la mesa que a este respecto tuvo Carlos Puig en su noticiario Hoy por Hoy (W Radio) del lunes pasado: un buen debate sobre el papel que los medios deben jugar en situaciones de conflicto, inseguridad y tensión pública. Más aún, por claros y precisos, los dos textos de José Carreño Carlón en El Universal.

 

No obstante, los medios, en general, no han estado a la altura. O hacen de la víctima, que lo es por derecho propio, una manifestación lacrimógena del bien herido; o hacen de los victimarios, que lo son por ofensa acumulada, el mal generalizado sin ofrecer lo mínimo que como audiencias (o lectores) deberíamos exigir: contexto, investigación, perspectiva.

Mientras en el mundo pasan muchas cosas, de Beijing a Paris, nosotros pareciera que no encontramos brújula en un país que se tiñe de rojo, intolerancia, estridencia. Vuelvo a citar a Hayes cuando afirma, en referencia a Kant, que más que nunca estamos “inevitablemente unos junto a otros”. Una combinación de polarización política, desigualdad e injusticia galopantes aumenta los peligros de ignorar esta realidad. ¿La estamos ignorando?… Juro que me gustaría mantener el buen humor.

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