Googlear y tuitear: géneros periodísticos (24 Horas/México) Por Fausto Pretelin


Por Fausto Pretelin, publicado en 24 Horas

Lo que resulta mejor en el mundo ingrávido es tangibilizar a los intangibles. El aumento en el consumo de imágenes produce una caída en el índice de lectura. Al parecer, la correlación es demasiado clara. Las pantallas, lo mismo tabletas, teléfonos y plasma hogareña, son fuente natural de producción y consumo de imágenes. Existen demografías proclives a abandonar el mundo tangible. Desde hace muchos años, Jeremy Rifkin escribió las características de la mudanza que demografías realizan del mundo tangible al intangible (La era del acceso, editorial Paidós, año 2000). Catorce años después el sector cultural se ha convertido en uno de los más vulnerables de las industrias.

El mercado de lectores de libros en México está distorsionado; el de los periódicos, simulado. Es la ciencia ficción (lectura ficción) y no la economía (oferta y demanda) desde donde se estudia el comportamiento sociológico de quienes integran el sector. La demanda real se encuentra muy por debajo de la demanda ficticia; la oferta ficticia está muy por encima de la oferta real.

Se trata de un problema económico en donde la fuerza del mercado es debilitada por las intervenciones gubernamentales, y ahora, por la tecnología.

Del futuro los creativos y los tuiteros se encargarán. Del pasado, mejor ni hablar.

La paradoja mexicana del sector de los periódicos ha llegado al extremo de que existen más ejemplares que lectores; más nombres de periódicos que lectores; más simulación que realidad

De manera endógena, el sector de los periódicos en México no ha recuperado el gramaje de credibilidad que tuvo hasta 1976, año del golpe del presidente Luis Echeverría a Excélsior. La libertad de investigación y publicación se convirtió en un ejercicio intermitente; ocasional. La oquedad en la múltiple oferta de sustitutos, por supuesto que la encabeza la televisión, generó los suficientes incentivos a los televidentes para no volver a leer el periódico. La fama, el poder y los procesos de producción mainstream se convirtieron en los principales distractores para desaparecer la influencia de la prensa entre los estratos B y C de la población. Ya lo dijo el célebre presidente Vicente Fox: “no lea periódicos”. No tiene caso. Es perder el tiempo.

Por otra parte, la tecnología se ha encargado de abaratar el consumo de la información. Entre Google y Twitter, decenas de periódicos fallecen al mes alrededor del mundo. Los meta datos abruman. Pero al parecer, los contextos los pone Twitter, y la argumentación los retuits. Googlear y tuitear, al parecer, son los nuevos géneros periodísticos.

Los franceses (quién más si no ellos), hace algunos años, se plantearon la siguiente pregunta: ¿Es el fin de los periódicos? El contexto eran las grietas de la economía. La externalidad: el periodismo. De ahí que la decisión del presidente en turno fue la de subsidiar suscripciones de periódicos a los estudiantes (buena decisión para evitar los mega chayotes).

Los dueños de los periódicos franceses le dijeron al presidente Sarkozy que con subsidios no se arreglan los problemas (no existen los desayunos gratuitos, alguien los tiene que pagar). El siguiente paso lo dio el presidente Hollande. Citó a la tribu de los nuevos Diderot, D’Alembert y Voltaire, es decir, a Google para que subsidie a la prensa a través de proyectos de innovación (es decir, excluyeron al infoentretenimiento, o si se prefiere, a la información basura).

En efecto, los nuevos géneros periodísticos están matando al periodismo del siglo XX. En la planeación estratégica de The New York Times se apunta que la edición impresa desaparecerá en cinco años. A unos kilómetros, The Washington Post, en manos de Jeff Bezos, ya está probando el servicio a domicilio a través de drones.

Los tercos son los nostálgicos del siglo XXI.

La tiranía de la transparencia ya le pasó factura al presidente Obama. Fue la NSA quien le hizo caer en el mundo de la demoscopia. Los nuevos héroes del periodismo son los hackers que nacieron en la era de las punto com.

En la oclocracia global todos somos periodistas. Todos somos libres de escribir estupideces en Twitter; sobre el espionaje, nos fascina. Queremos que la NSA tenga nuestros datos. En la era de Narciso después de Jobs todos nos regodeamos de las estupideces que escribe el vecino. Nos damos cuenta que día a día el número de estúpidos se multiplica en el mundo mientras que los periódicos desaparecen. ¿Correlación o casualidad?

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Una respuesta a «»

  1. La opinión de Fausto Pretelin me resulta un poco radical. Tengo entendido que su línea de investigación es la globalización y la cultura contemporánea, no el periodismo. Por lo tanto he de cuestionarle algunas premisas:
    Él asegura que el consumo de información es más audiovisual que escrita y en eso tiene mucha razón: ya desde 1993 su tocayo Fausto Colombo revelaba que, por ejemplo, en la plataforma de Internet entre el 80 y 90% del contenido es audiovisual y que de éste, el 70% se deriva del cine o TV. Los videos de Youtube son el claro ejemplo.
    Dicho consumo predominante lleva a Pretelin a afirmar que existen «más nombres de periódicos que lectores» pues ahora prefieren Google y Twitter, y se atreve a denominarlos los nuevos géneros periodísticos.

    1) Independientemente del clásico «el medio es el mensaje», el autor está comparando peras con manzanas pues Google es un buscador de información que remite a fuentes, no una clasificación de maneras de abordar un hecho periodístico, y Twitter es un reproductor de información de distintos géneros, no el género en sí. Es decir, Google y Twitter son el formato, y los géneros el fondo.

    2) Lo que los lectores de Internet exigen son contenidos que les expliquen qué consecuencias tiene cierto hecho en sus vidas cotidianas. Para ello no sólo recurren a la vía fácil y cómica de los TT de Twitter, sino a dar botón en el link que algún contacto de Face posteó o a googlear la noticia y seleccionar aquella nota, reportaje, columna o comentario en blog que le reponda por qué pasó tal cosa, los antecedentes, la contextualización, las consecuencias en sus intereses inmediatos.

    En pocas palabras, el acceso libre a información en Internet puso en jaque al periodismo generalista que a pesar de «quitarnos el tiempo» al no esclarecernos nada, nos cobra.Estamos en una transición al periodismo especializado demandado por el nuevo lector selectivo de la Web.

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