El rigor de Scherer


Por Joaquín López-Dóriga, publicado en Milenio

En el número que circula esta semana, Proceso trae en su portada una foto insólita: Julio Scherer, su fundador y referente del periodismo nacional, abrazado por Ismael Zambada, (a) El Mayo, uno de los dos delincuentes más sanguinarios y buscados del país y referente mundial del narcotráfico.

El también dueño de Proceso, que ayer cumplió 84 años, narra las vicisitudes para el encuentro en un lugar no identificado, y desde el tercer párrafo de la magnífica introducción apunta su desapego por la seguridad personal llevando como copiloto de su vida a la suerte.

Desde ahí, narra cómo lo contactaron y superó el desasosiego que no lo soltó desde que en febrero le avisaron que el capo quería verlo, y por qué tomó la decisión de ir al encuentro en su guarida.

Nos lleva de la mano con su envidiable prosa periodística y narra el momento en el que se le aparece el hombre que sobrepasa el 1.80 de estatura y posee un cuerpo como una fortaleza, más allá de una barriga apenas pronunciada; que se cubre con una gorra y el bigote recortado es de los que sugieren una sutil y permanente ironía, como describe al capo que se declara admirador y lector de su obra.

Habla de su hijo, extraditado a Estados Unidos, ligeramente de sus mujeres, del temor a que lo agarren, del modo de vida a salto de mata, dice; de la crítica a la violencia del Ejército, no a la suya, de la que no es cuestionado por el periodista, y de su relación con su compadre Joaquín Guzmán Loera, (a) El Chapo Guzmán, con el que habla frecuentemente por teléfono, le ofrece mediar para entrevistarlo, y de la hidra que es la organización del narcotráfico.

Al final, es Zambada quien le sugiere al periodista una foto. Julio le dice que no se ponga el sombrero que le había acercado un escolta, por llamativo le resta personalidad, y por eso el capo aparece en la portada del semanario con una gorra deportiva pasándole el brazo por el hombro, lo que me parece es el mensaje que quería mandar el más buscado: Aquí estoy y con Scherer.

Y yo que lo conozco desde hace muchos años, me quedé con algo pendiente: el rigor periodístico que obsesivamente ha exigido a los demás y que siempre había tenido consigo mismo.

lopezdoriga@milenio.com

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